lunes, 8 de abril de 2013

Matrimonio


Tras la Semana Santa, época de concurrencia en el cementerio en la que suelo refugiarme en la fosa común para evitar las aglomeraciones (de seres vivos, se sobreentiende), ya ha llegado la hora de concluir mis vacaciones de este blog. La paz ya vuelve a reinar en nuestro camposanto, y yo vuelvo a detenerme en la observación de los visitantes eventuales.

Ayer vino una joven pareja, prometidos, en el aniversario de la muerte del padre de ella. El señor Gutiérrez había fallecido de acalasia después de toda una vida trabajando como crítico gastronómico. Mientras la chica arreglaba las flores de la tumba, llorando a moco tendido, el joven se enzarzó en una conversación intrascendente con el señor Miguel, el guarda, que se hallaba a la sazón por los alrededores persiguiendo a Constantinopla, la gata de la señora Paca, para matar el tiempo más que nada (y a poder ser, también a la gata). Según contaba en cierto momento de la conversación, al pobre tipo le tocó asistir recientemente a una de esas estúpidas y aburridas cenas de parejas, de amigos de su mujer, en que la pareja anfitriona incluso se atrevió a proyectar el video de su boda, así, a quemarropa y sin previo aviso. Su rostro, lógicamente, se tornaba lívido al rememorar tan desagradable experiencia, que por lo demás debería ser recogida como crimen contra la humanidad por la declaración universal de los derechos humanos. Y claro, no pude evitar detenerme a reflexionar sobre el matrimonio.

Matrimonio. No sé a quien se le ocurrió, pero espero que esté ardiendo en el pozo más negro y repugnante del infierno. ¿Saben cual fue la verdadera razón de que Colón fuese hasta América, Marco Polo hasta China, y el Dr. Livingstone a África? Lo hicieron para huir de sus esposas. De hecho , cuando llegaron hasta allí, querían seguir adelante porque aún no se veían lo suficientemente lejos de aquellas arpías, pero el resto de sus expediciones eran solteros, estaban cansados, y decidieron quedarse. Personalmente creo que la legalización del divorcio acabó con la época de los grandes descubrimientos. Ahora la gente va a un abogado a firmar su rendición. Antes, los hombres se comportaban como hombres: mentían como perros y ponían pies en polvorosa. No crean que se trata de algo machista. Les aseguró que si Calamity Jane o Amelia Earhart no paraban de dar tumbos de aquí para allá, era exactamente por la misma razón. Y esa es la clase de gente que hizo avanzar a la humanidad.

Además, las parejas casadas no gozan de muy buena prensa entre el gremio de los zombies, pues les disputan el puesto de muertos en vida. Un buen consejo: en caso de apocalipsis zombie, quítense los anillos, o serán los primeros en caer. No entiendo la forma tan obcecada con que gays y lesbianas trataron de que se aprobase el matrimonio gay. ¿Es que no saben donde quieren meterse, los muy estúpidos? Francamente, creo que deberían dar gracias porque les católicos fanáticos, los fachas y reaccionarios no se lo quieran conceder. Así, aunque sin saberlo, se reservan esa infierno en vida solo para ellos.  Pensadlo bien: El Papa es católico, los católicos defienden tanto la idea del infierno como la del matrimonio, el Papa está en contra del matrimonio gay, con lo cual el Papa no quiere que tengan los mismos derechos que el resto de católicos, con lo cual, si no se casan, para ell@s tampoco habrá infierno ¿sencillo, verdad? El matrimonio es lo que dos personas hacen cuando ya han empezado a aburrirse una de la otra, pero tienen miedo de no encontrar a otra persona. Si este mundo fuera un lugar justo, debería haber sanatorios mentales especializados en gente que pide matrimonio, con ambulancias de incognito patrullando continuamente a la espera de encontrar por la calle o en algún restaurante cursi a alguna persona de rodillas y con un anillo en la mano. Desgraciadamente, vivimos en un mundo en el que se lanza arroz a la pareja al salir de la iglesia, en lugar de lapidarla para no prolongar su sufrimiento. Así que si queréis realmente demostrarle a vuestra pareja que la queréis de verdad, que os divertís mucho con ella, que el sexo con el o ella es fantástico,  que os enriquece y aporta como persona día a día más allá de absurdos trámites y burdas pantomimas, hay una forma muy fácil de demostrárselo: no le pidáis matrimonio nunca. Si realmente os quiere, sabrá apreciarlo. 


miércoles, 6 de marzo de 2013

¿Homenajes? (Parte III)


Visto lo visto, ahí va un consejo para bandas sin creatividad alguna: si tenéis que copiar, hacedlo a lo grande, y no lo ocultéis. Y por lo menos, molestaos en copiar a los mejores, y no a hypes insustanciales. Si lo hacéis bien, no dejará de tener cierto mérito, ya que puede haber un poso de dignidad en las buenas copias y en los plagios currados. Ya lo escribía Manuel Francisco Reina en su obra “El plagio como una de las bellas artes”. En este libro, el autor repasa grandes nombres de la literatura universal, como Shakespeare o Zorrilla, que no se libraron del vicio de apropiarse de lo que no era suyo, y declaraba sin ambages que el plagio puede llegar a ser un arte si logra superar al original. Y por supuesto, esto no se da tan solo en la literatura. Probad a ver el western clásico “Raíces profundas”(1953), dirigido por George Stevens, y luego “El jinete Pálido”, dirigida 32 años más tarde por ese puto mito viviente que es Clint Eastwood. O “Solo ante el peligro” (1952), de Fred Zinneman, y luego “La jungla de Cristal”, de 1988, dirigida por John McTiernan, y pensad: ¿héroe solo enfrentándose a un enemigo superior en un espacio acotado por el amor de una mujer? Desde luego, el parecido a nivel temático no deja de ser sospechoso… esto por poner tan solo algunos ejemplos.

 Y desde luego, el mundo de la música está plagado de casos. Ni las leyendas se libran de la criba, conscientemente o no. Si no que se lo hubiesen preguntado al bueno de George Harrison, que creyó descubrir la piedra filosofal pop con “My Sweet Lord”, tema perteneciente a su primer álbum en solitario “All Things must pass”. La melodía es idéntica a la de “He’s so fine”, canción editada por The Chiffons ocho años antes. Al ex beatle le tocó desembolsar una buena pasta tras el pleito que le puso la discográfica propietaria de los derechos del tema original. O también convendría tener una charla con Jimmy Page, músico aficionado a fijarse en exceso en melodías ajenas durante los primeros tiempos de Led Zeppelin.  Las frases de “You Need Love” del bluesman Willie Dixon fueron copiadas sin tapujos en la archifamosa “Whole Lotta Love” de la banda británica, por lo que, tras ir a juicio, se vieron obligados a incluir el nombre se Dixon en el nombre del tema. Eso por citar solo dos casos conocidos, ya que la lista de ejemplos se extiende hasta el infinito.  A este respecto recomiendo seguir la ilustrativa e interesante sección “Esto me suena”, del gran Pep Gímenez en la web La Colina 45, página en la que colaboro realizando el Horroróscopo para este grupo de pobres, estúpidos, y desdichados mortales.

Así que en definitiva, tratad siempre de ser creativos, pero en caso de que no lo consigáis y tengáis que copiar, no lo ocultéis, tratad de hacerlo con gracia, y que po lo menos reulte divertido. Pero hagáis lo que hagáis, no toméis a la gente por idiota, porque con esto de internet siempre habrá algún listillo que os acabará pillando tarde o temprano. Y ahora que Miguelín y los suyos han acabado de ensayar, y yo acabo de daros la chapa pero bien, voy a aprovechar para volver a mi tumba a disfrutar, esta vez sí, de mi descanso eterno, no sin envidia de todos los habitantes del cementerio que sufrían de cofosis antes de fallecer. Hasta más ver.

Willie Dixon - You need love/woman, you need love



martes, 26 de febrero de 2013

¿Homenajes? (Parte II)


Homenajes. Según la definición del diccionario la RAE, “Acto o serie de actos que se celebran en honor de alguien o de algo”. Según la definición del diccionario del showbusiness musical del Siglo XXI, todavía no escrito, “Acto de ser pillado plagiando descaradamente, pero siendo por fortuna encubierto por voceros a sueldo”. Y ese es el problema: el total desvirtuamiento del significado original de una palabra de connotaciones positivas, a base de sobreexponerla para encubrir una práctica bastante poco honesta.

Se suelen dar, salvando multitud de variantes, dos casos fundamentales: En primer lugar, tenemos a un grupo que está empezando. Son jóvenes, guapos, quedan de puta madre en las fotos y vídeos promocionales, y no suelen maltratar demasiado sus instrumentos. Incluso el guitarrista muestra tanto cierta habilidad como una notable capacidad creativa. Así que después de hacer sonar una maqueta con algo de éxito en emisoras independientes, y demostrar pericia en el escenario, su primer contrato discográfico independiente les permite realizar una pequeña gira por salas de mediano aforo, hasta que ¡Ale Hop!, los astros se conjuntan, y se produce el milagro al alcance de tan solo unos cuantos elegidos: firman con una GRANDE. Poco después, al grupo se le hace saber que su estilo tal vez no concuerde demasiado con los gustos imperantes en las radiofórmulas, así que una vez el guitarrista haya sido domesticado o directamente expulsado del grupo bajo cualquier pretexto, nos proponemos de cabeza a componer el álbum siguiendo concienzudos y minuciosos estudios de marketing. A algún espabilado de la discográfica se le ocurre comprar los derechos de algún tema clásico que no esté muy quemado, versionarlo, y a irrumpir con fuerza en las listas de ventas. Pero puede darse que justo en la misma habitación haya otro espabilado que, tras aspirarse la moquita (o lo que sea), retruca: “¿Y porque coño no vamos fusilando de aquí y de allí, y así exprimimos el disco entero a  tuttti plen?. Luego, para que no cante demasiado, lo maquillamos en la información promocional, y asunto arreglado, solo queda ver llover los petrodólares”. Dar ejemplos sobre esta modalidad resultaría tan interminable como desagradable, aparte de que seguro que tú, ya tienes a alguien en la cabeza en el momento de leer estas líneas. Y sí, ese grupo del que tienes todos los discos y has ido a todos los conciertos cada vez que se han dejado caer por tu ciudad, seguramente también picaron. C’est la vie…

El segundo caso nos sitúa en las antípodas de la historia del grupo, más bien en el ocaso. El grupo ya hace tiempo que llegó a la cima, y la época en que saboreaba las mieles del éxito, copaba portadas y colgaba el cartel de “No hay entradas” noche sí, noche también, ya empieza a resultar preocupantemente lejanas. Las nuevas generaciones de grupos aborrecen de ellos, han cambiado estadios y plazas de toros por salas de mediano y pequeño aforo, again, y seguramente varios de sus miembros son adictos al alcohol y a la cocaína o están inmersos en costosos procesos de divorcio. Así que como las clínicas de desintoxicación y las pensiones a exmujer e hijos cuestan pasta, hay que volver a despuntar. Como sea. Y entonces, querido amigos, dado que cualquier atisbo de creatividad desapareció ya hace tiempo,  es cuando la banda vuelve a acabar encerrada en una habitación con algunos espabilados de la discográfica sospechosamente parecidos a los del caso anterior (si no los mismos) y con exactamente las mismas ideas. Supongo que el resto ya os lo imagináis. Además, en esta ocasión se cuenta con la ventaja de que a lo largo de su carrera puede que el grupo haya tejido una red de colegueo entre periodistas especializados poco escrupulosos que pueden ayudar a hacer vendible el engendro, en caso de que la discográfica no disponga de mucha pasta para anuncios promocionales a cambio de buenas críticas, lo cual resulta más o menos lógico en los tiempos que corren. Eso siempre y cuando la banda no se hubiese dedicado a olvidarse y menospreciar, una vez alcanzada la cima, a aquel sector de la prensa que les hubiera ayudado a conseguir su objetivo, en cuyo caso dichos periodistas esperan afilando cuchillos, katanas, y demás armas blancas, a que se edite el nuevo álbum. Arrieros son.

Continuará...




lunes, 18 de febrero de 2013

Así nos va


Puede que Florentino Fernández tuviese gracia allá por el paleolítico, cuando Krispin Klander o El Informal, pero últimamente sus programas son algo así como que te cuenten el mismo chiste por tercera o cuarta vez. Dentro de su inexorable caída en picado, merece capítulo aparte su ultima obra, “Así nos va”, con la que más que tocar fondo, parece estar excavando en el mismo frenéticamente con una pala. A Fernández y tropa les ha colocado Antena 3 en la Sexta, a ver si rascan algo de audiencia con humor de sobremesa tras el fiasco de “Alguien tenía que decirlo”. Es evidente que los directivos no se han dado cuenta de las razones por las que fracasó aquel programa, en primer lugar porque frivolizar con temas tan dramáticos como los deshaucios, los recortes, o la corrupción, no tiene ni puta gracia, y en segundo, porque Flo tiene la misma credibilidad tratando de poner en marcha un programa de humor reivindicativo como la que tendría Aznar cantando puño en alto la Internacional.

El decorado se pretende de cartón piedra, fiel reflejo, aunque involuntario, del simulacro de humor del que hace gala mediante chistes del nivelazo, atención, de “la situación del país es tan mala que ya la llaman Higuain”, cuando no de perlas directamente xenófobas como “el cubano estaba tan emocionado que parecía que en lugar del Goya le hubieran concedido la ciudadanía española”. Ignoro si los guionistas del programa fueron los mismos que le escribieron los forzados y cargantes monólogos a Eva Hache para la ceremonia de los Goya, aunque visto lo visto, no me extrañaría.

Tras la presentación, continuaba el reportaje llevado a cabo por una rubiaca a la que nada más verla  quedaba claro que había sido seleccionada por su facilidad de palabra y capacidad de dicción. Mala de cojones, aunque que más da si sirve para arrastrar frente a la pantalla al sector pajillero de la audiencia, que aquí se va a lo que se va. De todas maneras, si esa era la intención, su presencia resulta redundante, ya que para mantener enganchado a ese segmento del público, ya bastaba con los escotazos de Anna Simón (¿los lucirá por contrato?).

Remontó un poco el vuelo, aunque tampoco mucho, la presencia de Sergi Más, histórico del humor en TV3, el cual uno no se explica muy bien como ha decidido participar en semejante engendro. Pero la guinda ya vino con el reportero alemán, el cual nos iluminó dejándonos claro que los parados no tienen derecho más que ir de la oficina del paro a casa, a hacer acto de arrepentimiento, penitencia, y constricción por no estar levantando España (por vagos, se sobreentiende), y de ningún modo tienen derecho a disfrutar de una caña en un bar. Más allá de la falta de respeto que esto supone para cerca de seis millones de personas en este país,  el intento de ridiculizar la visión que el país extranjero líder de Europa (que tampoco es que me caiga especialmente bien, pero las cosas como son) pueda o no tener de nosotros responde a una intención muy poco disimulada de culpar el “enemigo extranjero” de los males interiores, muy utilizada por gobiernos fascistas para descargarse de responsabilidades (¿se acuerdan los más mayores de la clase de “la pérfida Albión”?), y también llevada a cabo, sin remontarnos tan lejos en el tiempo, por el último anuncio navideño de Campofrío. Después, un presunto reportaje transgresor desde el interior de la gala de los Goya, donde la radical transgresión por parte de los guapísimos y repeinados reporteros consistía, agárrense, en haber pegado un chicle al la base de un micro que captaron las cámaras durante la emisión de la gala. ¿Les propondrá la dirección del programa para el premio Ortega y Gasset de periodismo? Sobre el insípido y fugaz debate que cerraba el programa ya no vale la pena ni comentar.

En definitiva, deberían haber aprendido  los directivos de Antena 3 o la Sexta que para realizar un programa de humor que goce de un medianamente relativo éxito no basta con coger algunos rostros conocidos y repetir topicazos y clichés más bien rancios y casposos, que de sobados ya cansan a unos espectadores cada vez menos proclives a tragarse lo que les echen. Por lo menos, sin reflexionar de forma crítica sobre lo que están viendo, ya que, por mucha promoción con la que inunden la cadena, puede que al fin y al cabo la gente no se atan idiota como parecen creer, señores directivos. Tal vez, en televisión, puede que no sea una buena política de empresa insultar la inteligencia del espectador, si no quieren que el programa se acabe hundiendo (lo más probable, si aún queda algo de justicia en este mundo), y tengan que acabar entonando una y otra vez, cual plañidera en funeral, el nombre del programa. 

jueves, 7 de febrero de 2013

¿Homenajes? (Parte I)


Miguelín, uno de los hijos del guarda de nuestro camposanto, milita en una banda de rock, tal vez para justificar de algún modo su pésimo expediente académico en el instituto. La banda, “Agarra la Brotxa ke Pillo la Eskalera”, podría definirse como un cruce conceptual entre un punk primigeneo con tintes de música jamaicana y el sonido que emitiría una cesta de gatos epilépticos que estuvieran siendo exterminados con una sierra mecánica por un psicópata peligroso colocado de acido. Sus sesiones de ensayos en la sala de embalsamamiento los sábados, después de la hora de cierre del cementerio, nos obliga a reconsiderar nuestra propia percepción del “descanso eterno”. No obstante, tras un par de años en que las escasas actuaciones en directo del grupo han sido únicamente frecuentadas por amigos y compañeros de clase, los cuales, todo hay que decirlo, no solían repetir tan catártica experiencia, la banda ha decidido dar un salto cualitativo en su carrera. Una vez sustituido el anterior batería, “El Tapones”, aquejado de otitis crónica, por “El Parches”, cuya continua merma de higiene corporal no interfiere sin embargo en el sonido de la banda, y habiendo acordado reducir el volumen de alcohol y drogas blandas hasta un limite que no les haga alcanzar el coma cuasi irreversible a intervalos semanales, el grupo se lanza a la grabación de su primera maqueta.  Meses de duros ensayos y maratonianas sesiones de grabación a través del ordenador del “Troyano” y de una mesa de mezclas comprada a plazos en el mercado negro, y en los que todos mis colegas finados con creencias religiosas han rezado día y noche para que el álbum alcanzase el éxito suficiente como para permitir a la banda financiarse un local de ensayos fuera del cementerio, al fin han dado sus frutos.

 El resultado, un amasijo infumbale por todo aquel que aprecie su pabellón auditivo, o en su defecto, no haya jurado odio eterno a la música, suena a los Pistols por aquí, los Clash y Exploited por allá, pasando por un tamiz de producción noventera, y estética a lo Strokes y demás hypes prefabricados de principios de la década pasada. Todo ello, evidentemente, a años luz, respecto a cuanto calidad se refiere, de los grupos originales citados.  Pese a que cualquier atisbo de originalidad brilla por su ausencia, el disco ha sido sorprendentemente recibido como una de las revelaciones de la temporada por parte de la prensa especializada. No estoy muy al tanto de cómo funciona hoy en día el actual panorama de éxitos dentro del mundo del pop rock patrio, pero dado el inesperado éxito del engendro al que nos referimos, no solo tiemblo al pensarlo, sino que me planteo serías dudas  respecto a la capacidad de recepción del sonido entre el actual mundo de los vivos. El grupo de Miguelín fichó por una promotora, sufrió un repentino cambio estético, cambio de nombre (The Gambiteros Club Gang Band), comenzó a aparecer en medios especializados, y a actuar en mejores salas de conciertos ante miembros de la intelectualidad cool ansiosos de ser vistas en el ritual social que supone una actuación de the last big thing. Todo iba viento en popa hasta que un periodista especializado con algo de oído todavía intacto, criterio y honestidad (según tengo entendido, todavía queda alguno por ahí) les acuso públicamente de ser una mera copia de todas las grandes bandas citadas anteriormente, ante lo cual el responsable de prensa de la promotora reaccionó con presteza definiendo la música del grupo como “un homenaje a los grandes clásicos”.  No solo la excusa barata ha funcionado, sino que les ha hecho granjearse un mayor respeto público. Y ancha es Castilla.

Continuará...