Tras
la Semana Santa, época de concurrencia en el cementerio en la que suelo
refugiarme en la fosa común para evitar las aglomeraciones (de seres vivos, se
sobreentiende), ya ha llegado la hora de concluir mis vacaciones de este blog.
La paz ya vuelve a reinar en nuestro camposanto, y yo vuelvo a detenerme en la
observación de los visitantes eventuales.
Ayer
vino una joven pareja, prometidos, en el aniversario de la muerte del padre de
ella. El señor Gutiérrez había fallecido de acalasia después de toda una vida
trabajando como crítico gastronómico. Mientras la chica arreglaba las flores de
la tumba, llorando a moco tendido, el joven se enzarzó en una conversación
intrascendente con el señor Miguel, el guarda, que se hallaba a la sazón por
los alrededores persiguiendo a Constantinopla, la gata de la señora Paca, para
matar el tiempo más que nada (y a poder ser, también a la gata). Según contaba en cierto momento de la
conversación, al pobre tipo le tocó asistir recientemente a una de esas
estúpidas y aburridas cenas de parejas, de amigos de su mujer, en que la pareja
anfitriona incluso se atrevió a proyectar el video de su boda, así, a quemarropa y sin previo aviso. Su rostro,
lógicamente, se tornaba lívido al rememorar tan desagradable experiencia, que por lo demás debería ser recogida como crimen contra la humanidad por la declaración
universal de los derechos humanos. Y claro, no pude evitar detenerme a
reflexionar sobre el matrimonio.
Matrimonio.
No sé a quien se le ocurrió, pero espero que esté ardiendo en el pozo más negro
y repugnante del infierno. ¿Saben cual fue la verdadera razón de que Colón
fuese hasta América, Marco Polo hasta China, y el Dr. Livingstone a África? Lo
hicieron para huir de sus esposas. De hecho , cuando llegaron hasta allí,
querían seguir adelante porque aún no se veían lo suficientemente lejos de
aquellas arpías, pero el resto de sus expediciones eran solteros, estaban
cansados, y decidieron quedarse. Personalmente creo que la legalización del
divorcio acabó con la época de los grandes descubrimientos. Ahora la gente va a
un abogado a firmar su rendición. Antes, los hombres se comportaban como
hombres: mentían como perros y ponían pies en polvorosa. No crean que se trata
de algo machista. Les aseguró que si Calamity Jane o Amelia Earhart no paraban
de dar tumbos de aquí para allá, era exactamente por la misma razón. Y esa es
la clase de gente que hizo avanzar a la humanidad.
Además,
las parejas casadas no gozan de muy buena prensa entre el gremio de los
zombies, pues les disputan el puesto de muertos en vida. Un buen consejo: en
caso de apocalipsis zombie, quítense los anillos, o serán los primeros en caer.
No entiendo la forma tan obcecada con que gays y lesbianas trataron de que se
aprobase el matrimonio gay. ¿Es que no saben donde quieren meterse, los muy
estúpidos? Francamente, creo que deberían dar gracias porque les católicos
fanáticos, los fachas y reaccionarios no se lo quieran conceder. Así, aunque
sin saberlo, se reservan esa infierno en vida solo para ellos. Pensadlo bien: El Papa es católico, los católicos
defienden tanto la idea del infierno como la del matrimonio, el Papa está en
contra del matrimonio gay, con lo cual el Papa no quiere que tengan los mismos
derechos que el resto de católicos, con lo cual, si no se casan, para ell@s
tampoco habrá infierno ¿sencillo, verdad? El matrimonio es lo que dos personas
hacen cuando ya han empezado a aburrirse una de la otra, pero tienen miedo de
no encontrar a otra persona. Si este mundo fuera un lugar justo, debería haber
sanatorios mentales especializados en gente que pide matrimonio, con
ambulancias de incognito patrullando continuamente a la espera de encontrar por
la calle o en algún restaurante cursi a alguna persona de rodillas y con un
anillo en la mano. Desgraciadamente, vivimos en un mundo en el que se lanza
arroz a la pareja al salir de la iglesia, en lugar de lapidarla para no
prolongar su sufrimiento. Así que si queréis realmente demostrarle a vuestra
pareja que la queréis de verdad, que os divertís mucho con ella, que el sexo
con el o ella es fantástico, que os
enriquece y aporta como persona día a día más allá de absurdos trámites y
burdas pantomimas, hay una forma muy fácil de demostrárselo: no le pidáis
matrimonio nunca. Si realmente os quiere, sabrá apreciarlo.