Homenajes.
Según la definición del diccionario la RAE, “Acto o serie de actos que se celebran en honor de alguien o de algo”. Según
la definición del diccionario del showbusiness musical del Siglo XXI, todavía
no escrito, “Acto de ser pillado plagiando descaradamente, pero siendo por
fortuna encubierto por voceros a sueldo”. Y ese es el problema: el total
desvirtuamiento del significado original de una palabra de connotaciones
positivas, a base de sobreexponerla para encubrir una práctica bastante poco
honesta.
Se suelen dar, salvando multitud de
variantes, dos casos fundamentales: En primer lugar, tenemos a un grupo que
está empezando. Son jóvenes, guapos, quedan de puta madre en las fotos y vídeos
promocionales, y no suelen maltratar demasiado sus instrumentos. Incluso el
guitarrista muestra tanto cierta habilidad como una notable capacidad creativa.
Así que después de hacer sonar una maqueta con algo de éxito en emisoras
independientes, y demostrar pericia en el escenario, su primer contrato
discográfico independiente les permite realizar una pequeña gira por salas de
mediano aforo, hasta que ¡Ale Hop!, los astros se conjuntan, y se produce el
milagro al alcance de tan solo unos cuantos elegidos: firman con una GRANDE. Poco
después, al grupo se le hace saber que su estilo tal vez no concuerde demasiado
con los gustos imperantes en las radiofórmulas, así que una vez el guitarrista
haya sido domesticado o directamente expulsado del grupo bajo cualquier
pretexto, nos proponemos de cabeza a componer el álbum siguiendo concienzudos y
minuciosos estudios de marketing. A algún espabilado de la discográfica se le
ocurre comprar los derechos de algún tema clásico que no esté muy quemado,
versionarlo, y a irrumpir con fuerza en las listas de ventas. Pero puede darse
que justo en la misma habitación haya otro espabilado que, tras aspirarse la
moquita (o lo que sea), retruca: “¿Y porque coño no vamos fusilando de aquí y
de allí, y así exprimimos el disco entero a
tuttti plen?. Luego, para que no cante demasiado, lo maquillamos en la
información promocional, y asunto arreglado, solo queda ver llover los
petrodólares”. Dar ejemplos sobre esta modalidad resultaría tan interminable
como desagradable, aparte de que seguro que tú, ya tienes a alguien en la
cabeza en el momento de leer estas líneas. Y sí, ese grupo del que tienes todos
los discos y has ido a todos los conciertos cada vez que se han dejado caer por
tu ciudad, seguramente también picaron. C’est la vie…
El segundo caso nos sitúa en las
antípodas de la historia del grupo, más bien en el ocaso. El grupo ya hace
tiempo que llegó a la cima, y la época en que saboreaba las mieles del éxito,
copaba portadas y colgaba el cartel de “No hay entradas” noche sí, noche
también, ya empieza a resultar preocupantemente lejanas. Las nuevas
generaciones de grupos aborrecen de ellos, han cambiado estadios y plazas de
toros por salas de mediano y pequeño aforo, again, y seguramente varios de sus
miembros son adictos al alcohol y a la cocaína o están inmersos en costosos
procesos de divorcio. Así que como las clínicas de desintoxicación y las
pensiones a exmujer e hijos cuestan pasta, hay que volver a despuntar. Como
sea. Y entonces, querido amigos, dado que cualquier atisbo de creatividad desapareció ya hace tiempo, es cuando la banda vuelve a acabar encerrada en
una habitación con algunos espabilados de la discográfica sospechosamente
parecidos a los del caso anterior (si no los mismos) y con exactamente las
mismas ideas. Supongo que el resto ya os lo imagináis. Además, en esta ocasión
se cuenta con la ventaja de que a lo largo de su carrera puede que el grupo
haya tejido una red de colegueo entre periodistas especializados poco
escrupulosos que pueden ayudar a hacer vendible el engendro, en caso de que la
discográfica no disponga de mucha pasta para anuncios promocionales a cambio de
buenas críticas, lo cual resulta más o menos lógico en los tiempos que corren.
Eso siempre y cuando la banda no se hubiese dedicado a olvidarse y
menospreciar, una vez alcanzada la cima, a aquel sector de la prensa que les
hubiera ayudado a conseguir su objetivo, en cuyo caso dichos periodistas
esperan afilando cuchillos, katanas, y demás armas blancas, a que se edite el
nuevo álbum. Arrieros son.
Continuará...
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