lunes, 21 de enero de 2013

Conoce a tu enemigo



El otro día vino al cementerio un estudiante de ciencias políticas a visitar a su abuela, fallecida recientemente por el Síndrome de Gerstmann-Sträussler-Scheinker, y al guardarse el tabaco y el papel de fumar se le cayó de la cartera un libro, de cuya perdida no se dio cuenta ni en el acto, ni después de partir. Una vez desaparecido, tuve que abalanzarme rápidamente sobre la presa, anticipándome por centímetros al Señor Emeterio, en vida bibliotecario jefe de la Biblioteca Municipal de Calasparra.  Por la mirada que me echó, supe que iba a tener problemas cuando fuese a su tumba a devolver mis ejemplares de “Los Carteros rurales griegos y sus números de amortización” y “La población y otros problemas”, de los cuales ya llevaba considerable retraso. Ya en el nicho, disfruté sobremanera de mi adquisición, “No pienses en un elefante”, de George Lakoff,  padre de la Lingüística Cognitiva, y al no contarse este género entre mis lecturas habituales y no hallarme yo por tanto muy versado en la materia, quedé gratamente sorprendido.

Lakoff se centra en esta obra, publicada en 2004,  en las claves y objetivos del lenguaje político del partido republicano norteamericano en momentos anteriores a la última guerra de Irak. La sorpresa vino cuando, por lo que he escuchado en las conversaciones de los visitantes, y por lo que he leído a escondidas del periódico en la caseta del guardia, es notable como el actual equipo de gobierno español está aplicando punto por punto todas las estrategias ideológicas, estratégicas y mediáticas de los neoconservadores norteamericanos de la era Bush. El autor, fiel a la primera regla de “El arte de la guerra” de Sun Tzu, “Conoce a tu enemigo”, se mete en la piel de los conservadores para comprender sus posturas acerca de temas como la sanidad, la educación, la ley del aborto, o el matrimonio homosexual. Sin embargo, el verdadero concepto a destacar es el de los marcos conceptuales discursivos. Es más sencillo de lo que parece, y seguro que os suena: Se elige una idea que convenga a tus intereses y represente tus valores, tenga fundamentos reales o no, y se machaca una y otra vez a través de medios de comunicación afines hasta que arraigue de forma eficaz e irremediable en el subconsciente del ciudadano no crítico. Es tan simple que parece de Perogrullo. En cuanto la idea ha calado, el que coincida con los hechos o no es algo que resulta irrelevante, es más si los hechos no coinciden, estos serán desestimados a favor del marco. Pongamos un ejemplo sencillo. Todos habéis visto, leído y escuchado a los actuales responsables del gobierno que los últimos recortes en el estado del bienestar son imprescindibles y no hay alternativa. Evidentemente, cualquier persona medio avispada sabrá que esto no es cierto, ya que en lugar de recortar en educación, sanidad, o servicios sociales, podrían plantearse otros recortes como en gasto militar, financiación de la iglesia, financiación de la casa real, o en privilegios económicos de la clase política. Sin embargo, hay un problema de fondo cuando se plantean respuestas de este tipo, y el problema reside, precisamente, en que se trata de una respuesta. No es una propuesta activa, como si lo es el planteamiento de un marco conceptual discursivo, sino que es una acción reactiva. En otras palabras, que tienes que responder a lo que otros han planteado, entras en su juego, y vas a remolque.

En los últimos tiempos, da la sensación de que la izquierda española, fragmentada (no como el Partido Popular, que ha sabido aglutinar a la gran mayoría de los sectores de derecha) y desorientada, va a remolque. Están demasiado ocupados respondiendo a las acciones y ataques constantes por parte de una derecha que bombardea continuamente desde los medios de comunicación (que también controlan en su mayor parte), como para plantear marcos conceptúales propios que puedan calar en sectores sociales afines. Pero desde los pocos medios de comunicación mayoritarios que todavía le queda a la izquierda, todavía se puede reaccionar. Otro ejemplo sencillo. En este país hay gente monárquica, y hay gente que no, así que ¿Por qué no lanzar la idea de que la familia real se sustente tan solo con una parte proporcional de la declaración de la renta de la gente que decida apoyarla, tal y como se financia la iglesia? Con una casillita en la declaración, y tal. Primero se extiende la idea por blogs, redes sociales (ahí es donde patina la derecha, ya que la gran mayoría de la gente que participa en ellas n o es afín, escapa a su control, y ellos lo saben), de ahí a recogidas de firmas en plataformas como Change.Org, y de ahí a medios de comunicación afines cada vez más visibles. Hay que machacar con la idea una y otra vez. En primer lugar, la derecha la ignorará, después se reirá de ella, pero a medida que la idea vaya calando y ganando adeptos, se dedicarán a atacarla furiosamente desde sus medios de comunicación, porque estarán muy cabreados al haberse invertido la tendencia, ya que serán ellos quienes estén respondiendo y entrando en un juego que no les interesa. Entonces, sin darles tiempo a reaccionar, se ataca con otros marcos conceptuales acerca de varios temas que les puedan hacer daño y sacarles de su terreno.

Para ganar posiciones, la izquierda no solo necesita adoptar una estrategia activa en lugar de reactiva, sino asumir y definir su papel en la guerra ideológica que el PP se encarga continuamente de fomentar y llevar a su terreno. La razón por la que la derecha consigue tantos votos entre la clase trabajadora se basa no en unas medidas políticas que van en muchas ocasiones en contra, sino en presentarse como los únicos defensores de unos valores tradicionales. La gente no vota unos programas, sino unos valores. Eso es algo que la izquierda parece olvidar, y la derecha no pierde la menor oportunidad de su usar a su favor. Veamos un reciente ejemplo práctico: durante el día de hoy, Juan Ignacio Zoido,  alcalde de Sevilla (PP), ha criticado el siguiente anuncio de la  estupenda revista de humor Mongolia, por “ofender el sentimiento de los sevillanos”.


Evidentemente, cualquiera con medio cerebro se da cuenta de que los chicos de Mongolia no han pretendido en absoluto atacar el sentimiento religioso de nadie. Estoy seguro de que si lo hicieran, serían bastante más bestias, y no quedaría duda alguna. Y estoy seguro de que el señor Zoidberg, perdón, Zoido, también lo sabe. Sin embargo, con ello el primer edil presenta a su partido como único defensor de los fieles católicos ante una ofensa inexistente, además, le viene de perlas para no salir hablando de sanidad, desempleo, corrupción, y esos otros temas tan desagradables para la gente de su partido, y sobre todo, ha creado un conflicto donde no lo había. Mediante este conflicto, ya ha puesto a su favor a las Hermandades de Semana Santa de Sevilla, aun cuando algunos de sus componentes estén en paro o en riesgo de estarlo a raiz de la política del gobierno en el cual milita el señor Zoido. Así es como funciona la estrategia de polarización social de la derecha.

Así pues a la izquierda debería espabilar, generar ideas novedosas y prácticas que conecten con el ciudadano, tener claros que valores defender y como hacerlo,  no caer en tácticas de desunión, y no entrar en juegos planteados de forma tramposa y en el que están abocados al fracaso. Dentro de poco son las elecciones a Presidente del Cementerio, y estoy recibiendo presiones de partidos como “ Necrofilia Frígida” o “Putrefacción Vegana” para encabezar sus listas. A la espera de que decisión tomar, os recomiendo leer este libro, que podéis pillar fácilmente en bibliotecas públicas, del cual me despido con el siguiente extracto:


“El ala derecha ha utilizado durante mucho tiempo la estrategia de repetir frases que evocan sus marcos y que definen las cuestiones importantes a su manera. Tal repetición consigue que su lenguaje parezca normal, que el lenguaje cotidiano y sus marcos parezcan normales, modos cotidianos de pensar acerca de las cuestiones importantes. Los periodistas tienen la obligación de enterarse cuando intentan llevárselos a su terreno y deberían negarse a seguir ese camino. Los periodistas tienen la obligación de no aceptar esta situación y de no utilizar sin más aquellos marcos del ala derecha que han llegado a parecer naturales. Y los periodistas tienen la obligación especial de estudiar el enmarcado y de aprender a través de marcos motivados políticamente, incluso cuando esos marcos han llegado a ser aceptados como algo cotidiano y como un lugar común.”

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