jueves, 10 de enero de 2013

¡Luces, cámara, zzzzzzz!


Aquí en el cementerio uno tiene que espabilar para  entretenerse, y a lo largo del año no es que pueda uno distraerse demasiado con los visitantes más allá de fechas concretas como el día de todos los Santos, y algún que otro momento puntual. Además, desde que se extendió la moda de las incineraciones, es mucho peor.  Uno de los escasos momentos de diversión es meterse en la caseta del guarda nocturno cada vez que no puede zafarse de los constantes requerimientos de su mujer, cuya foto de carnet es panorámica, para que cumpliese con el débito conyugal. Además, estas insoportables sesiones de acoso y derribo se han visto notablemente incrementadas desde que la señora se halla enfrascada en la lectura de las dichosas sombras de Grey de los cojones. Pobre hombre.

 Aquella noche fue uno de mis vecinos, Juan Manuel Espárrago Trigero, quien vino a mi tumba a despertarme para decirme que no había moros en la costa, y nos dirigimos prestos a la caseta. Un buen tipo, Trigero, aunque prueben a compartir eternidad con un tipo que murió por triquinosis. Una vez en el puesto de guardia, nos repantigamos en el sofá en que el ilustre guardián de nuestro reposo eterno, simpre vigilante ojo avizor, se echaba unas siestas de órdago, y procedimos a ver la película de la semana en TVE, aún teniendo que resignarnos a los histéricos y desaforados gemidos de placer de Dª Paca, y de los aterradores y desesperados gritos de socorro de su marido. El ente público, fiel a la programación de calidad y de total compromiso con el telespectador que había implantado desde el pasado cambio de gobierno, había programado una película de estreno de hace cincuenta años. Película a la que tuvimos que esperar que terminar la edición nocturna del telediario, en la que se nos informó de que la monarquía goza de una salud envidiable y aceptación popular sin precedentes, de que el partido socialista es culpable de todos los males, pestes y plagas bíblicas desde los tiempos del diluvio universal, y, además, de que los catalanes se comen a la gente. Una vez nutridos de información veraz, objetiva e imparcial, procedimos a dar paso a la última del John Wayne, del cual, si está de tan rabiosa actualidad en cartelera, no nos explicamos porqué hace tiempo que no estrena ninguna nueva. Estará al caer, sin duda.

 Algo que Juan Antonio nunca se explica es mi incapacidad patológica de aguantar despierto más de veinte minutos cuando me dispongo a visionar una peli en horario nocturno bien apalancado en mullido y cómodo sofá. Ya me pasaba estando vivo, y por lo que puedo recordar, no era el único con semejante problema. Según creo, somos miles, millones tal vez desparramados a lo largo y ancho del planeta. Así que quiero aprovechar para realizar un llamamiento a los responsables de los grandes estudios hollywodienses, a los gestores de la cada vez más boyante industria india del cine, y también, por supuesto, a los grandes magnates del cine español, aunque a estos últimos me dirijo con la mayor humildad, seguro de que no necesita ningún consejo dado su tradicional aclamación por parte de crítica y público, y de ahí su estratosférico éxito de taquilla. Queridas mentes pensantes del cine, déjense de hostias con los remakes y secuelas varias. Créanme, hay un amplio sector de público potencial que todavía, incomprensiblemente, no han explotado: el de aquellas personas que, irremediablemente, nos quedamos fritas a los veinte minutos de película. Así que, ¿Porqué no hacer películas donde toda la trama se plantee y resuelva durante los primeros veinte minutos de peli? Luego, si quieren, pueden añadir un montón de metraje donde incluyan tiros, hostias, explosiones, sexo, chistes malos, y todo lo que les de la gana, por eso de que les dejen concursar en grandes festivales y pescar subvenciones. Puedo sustentar mi teoría con ejemplos prácticos. Piensen en “Titanic” (11 Oscars). ¿Qué es lo único que mola de las casi cuatro hora de película no aptas para diabéticos? Exacto, los veinte minutos finales, cuando el barco se va al carajo y Di Caprio la palma (¡¡die, fuckin’ baby face, die!!). Y sin ir más lejos, pensemos en el reciente estreno de “Zero Dark Thirty”, basada en la caza de Bin Laden. ¿Realmente hacen falta casi tres horas de metraje para una historia cuyo final ya conocemos? Podría seguir aportando ejemplos, pero me parece que ya han captado el mensaje, ¿verdad? Así que por favor, no titubeen en dar inicio a esta nueva modalidad cinematográfica, seremos millones, vivos y muertos, los que les estaremos eternamente agradecidos.

Hallábame absorto en estas profundas meditaciones, a ronquido pelado, cuando Trigero me despertó arreándome un capón que hizo que se me desprendiese media nariz y la oreja derecha. Así me hacía saber que el guardia regresaba a la garita, y aun desde lejos pudimos apreciar un desencajado rictus de terror que nos provocó escalofríos. Recogí nariz y oreja al retortero, y sigilosamente entre las sombras, regresamos cada uno a nuestro nicho, hasta más ver.

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